EL OTRO YO DE MI INFANCIA
Abro
un ojo por las dudas, camino hasta la puerta. La televisión no simula ruido, el
reflejo de la ventana me saluda y yo sonrío, saludo también, no alcanzo a
entenderla. Señalo la manija para que me abra. Ella se niega y respiro hondo
como me enseñaron, golpeo la puerta, ella espera a que se acerquen — ¡No es ella!—les grito— ¡Abran la puerta! ¡Ella no soy yo!— Cruzaron tranquilos el
portón de la mano con esa, si supieran que me encerraron, seríamos libres los
tres.
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