viernes, 24 de julio de 2020

EL CONSUELO DE RODOLFO


EL CONSUELO DE RODOLFO
Los cohetes explotaron en navidad y Rodolfo se escondió bajo la cama como había planeado.

Mal se ve mal, tiemblo como hoja y mis uñas resbalan, las bombas caen sobre el techo de lata y gritan, todos gritan, aúllan o ¿Cantan? Imposible saber, lo importante es estar seguro y lejos del gato. No entiendo, mi corazón late en mis ojos, no quiero morir, me enrollo más. Más cerca de la cola, que me tape la cola, resuello. La cola se moja por mi saliva, escucho pasos, levanto mis orejas. Pasos lentos, pasos, huelo ¿Rocío? ¡No me van a sacar de acá eh! Gruño, se detiene. Bueno, mientras no vengan con una escoba para echarme como suelen hacer. Huelo adelantando la cabeza, es Karen, inspiro, sí es Karen, la cachorra humana. ¿Y qué hace acá? Todos están afuera saludándose raro. Las explosiones siguen y me vuelvo a tapar con la cola. Ahora las dos patas de Karen revelan varias pelotitas ovaladas y  amarillentas.
Me arrastré apenas fuera de la cama, las explosiones se alejaban. Karen también temblaba, comprendí que tenía miedo igual que yo, me senté enfrente y coloqué mi pata sobre su piel blanda y pelada, intenté decirle, Karen no le tengas miedo a esas explosiones, apoyé mi hocico. Estoy con vos.

Y Karen se fue calmando, la angustia provocada por la muerte de su madre quedó opacada por Rodolfo, y abandonó el frasco de pastillas en el suelo.



jueves, 9 de julio de 2020

VENDER EL ALMA



VENDER EL ALMA

—¡Buenas! Nos estamos durmiendo en el sueño —Entró riéndose por la puerta y me despertó, me preguntó por qué no preví las peleas, las vacas flacas, los enojos, las lágrimas, la traición y adelantándose a cualquier replica mía dijo—. El trato era conmigo— se desabrochó el botón del traje y se sentó relajado en el sofá de cuero. Dejó de lado el maletín, se acodó en las rodillas y juntó sus manos, supuse conteniendo su impaciencia.

—Ella te está engañando. Te gusta sufrir eh. Todo esto —hizo ademán de abarcar toda la oficina—, no hubieras gastado si firmabas conmigo, pero fuiste como loca ¿No? Como camión en bajada, confiando ciega en la otra. Ella no sos vos, ya te dije ¿Creíste que todo se iba a solucionar? ¿Qué todo iba a salir bien y no ibas a perder nada en el camino? Todo tiene un costo. No, no me mires así.

Me hamaqué en la silla y ocupe los apoyabrazos, la bronca carcomía mí garganta, escuché al viento que arrastró las hojas otoñales del arce, se pegaron húmedas a las rejas del balcón y empañaron los ventanales. Volví a mirarlo, abrió el portafolio y sacó los papeles.

—No vas a dejar nada, y te vas a ir como todos, siendo doña nadie, no vas a cambiar al mundo haciendo eso ¿No ves a tu alrededor? ¿No ves que ellos no viven de lo que hacen? Porque no pueden —se paró y golpeó el escritorio, empujé con los pies mi silla hacia atrás —¡No se puede ya te lo expliqué miles de veces! ¡No se puede, pero no te entra bala! Igual parece que hoy recapacitaste—se tocó el mentón —, y me llamaste, bien. Habrás pensado ¿Por qué no firmé con él antes? Me ahorraba todo este dolor de cabeza, me ahorraba poner el lomo, me ahorraba este cansancio emocional y financiero. En el fondo me llamaste con tus pensamientos porque necesitás de mis servicios, necesitás de mí, soy tu salvación aunque no lo quieras admitir y estoy disponible tooodo el tiempo del mundo —arqueó las cejas y afirmó—. Conmigo estarías arriba de ellos en un solo día, menos que eso, en unas horas y les mirarías a todos desde lo alto. Y…y te pedirían cosas ¡A vos! Serías la persona más importante, la más buscada, la más deseada, respetada y amada. No harían falta enfrentamientos ¿Quién se animaría a enfrentarte? ¡Nadie! Estarías cumpliendo el sueño que siempre quisiste sin pedir nada a cambio. Solo por una mísera e insignificante firma. Yo no sé por qué la gente me rehúye a veces, no soy yo el problema, ayudo a los que necesitan, les doy una mano, como a vos ahora en este barco que se hunde ¿Qué no ves? Sos la única a bordo del Titanic ¡Del Titanic! Vos, que empezaste remando en una canoa con dos amigos y encima te utilizaron para beneficio propio, te engañaron, te manipularon para lograr objetivos mezquinos, para satisfacer ambiciones ajenas. No me digas ahora que no vas a firmar ¿Vas a seguir con esas ideas? Estás una y otra vez dando vueltas como calesita sobre el mismo tema. Este es tu fin, no hay salida, listo, no cambiaste nada, el mundo sigue igual, hay pestes, pestes, y bueno por ahora más pestes, hoy es el corona mañana será otra cosa.

Deslizó el contrato encima de mis papeles.

—Un trazo y cambia tu vida, un trazo y vas a ser esa persona segura y hermosa que tanto quisiste ser.

Me levanté reflexiva, alineé los papeles del contrato, gran vida me esperaba, tomé embroncada la lapicera y en el reflejo del tubo dorado la vi otra vez, agradecida y sonriente, preparada para despedirse, como si supiera que esto pasaría. Imaginé que venía hacía mí, me daba la mano y yo aceptaba.

Él me vigiló, la camisa lisa resaltaba su rostro inmaculado, la quemazón hizo que retirara la mano del contrato, arrojé la birome hacia el balcón:

—Otro día será.

Lo hice por esa dama de blanco que actuaba de grande porque vivía en paz con su espíritu de niña. Ella era yo en treinta años y por esto, rechazaría toda oferta tentadora en las peores condiciones, y afrontaría las consecuencias. Mi futuro yo me vigilaba y sabía-por su mirada comprensiva-que su destino dependía del trazo de mi firma.

 


miércoles, 1 de julio de 2020

JUICIO AL HOMBRE

Ese fue el último recuerdo que eligió.  
El antiguo rey debía ser destruido, pensaban, el salvador que había sido uno de los suyos se veía arrodillado y humillado frente a ellos. El tío perdido y desobediente de los verdaderos jueces, rezaba. Manchaba la tarima de sudor y sangre, una cuerda le apretaba el cuello. Desconcertados por su cara desfigurada por la miseria, lo desconocían.
El hombre debía ser juzgado por sus delitos y ahora los dioses eran ellos y podían justificar sus sentencias. Era la primera vez que uno de los suyos caía bajo el yugo de las leyes sin acto de contrición que alimentara sus razones. Los abandonó y los reemplazó para creer en otro ser, compasivo, bondadoso e incomprendido; creador de santos y capaz de transformar al hombre en un ser angelical.
Con ojos húmedos el hombre reposaba con voz suave, consciente del peligro y sabiendo que sus crueles sobrinos no lo perdonarían, agradecía la desgracia. Cantaba:
—La misericordia del señor cada día cantaré.
Y repitió eso hasta que los perros rabiosos se calmaron y en el corazón de los tres hermanos brotó un racimo de fe y el tío abandonó su miedo a ser descuartizado o ahorcado: aún sus sobrinos no habían decidido qué muerte era la más acorde a sus delitos. Ninguno se acercó a él o bajó de sus tronos dorados, aunque quisieron abrazarlo y en el fondo volver el tiempo a cuando eran niños, y corrían empujándose para ver quién alcanzaba el trono primero.  
El tío intentó ponerse de pie, su enclenque cuerpo lo hacía tambalear, y a pesar de ello se sentía realizado. El remordimiento se fue y era libre.