EL
CONSUELO DE RODOLFO
Los cohetes explotaron en navidad
y Rodolfo se escondió bajo la cama como había planeado.
Mal se ve
mal, tiemblo como hoja y mis uñas resbalan, las bombas caen sobre el techo de
lata y gritan, todos gritan, aúllan o ¿Cantan? Imposible saber, lo importante
es estar seguro y lejos del gato. No entiendo, mi corazón late en mis ojos, no
quiero morir, me enrollo más. Más cerca de la cola, que me tape la cola,
resuello. La cola se moja por mi saliva, escucho pasos, levanto mis orejas. Pasos
lentos, pasos, huelo ¿Rocío? ¡No me van a sacar de acá eh! Gruño, se detiene.
Bueno, mientras no vengan con una escoba para echarme como suelen hacer. Huelo adelantando la
cabeza, es Karen, inspiro, sí es Karen, la cachorra humana. ¿Y qué
hace acá? Todos están afuera saludándose raro. Las explosiones siguen y me
vuelvo a tapar con la cola. Ahora las dos patas de Karen revelan varias pelotitas ovaladas y amarillentas.
Me
arrastré apenas fuera de la cama, las explosiones se alejaban. Karen también
temblaba, comprendí que tenía miedo igual que yo, me senté enfrente y coloqué
mi pata sobre su piel blanda y pelada, intenté decirle, Karen no le tengas
miedo a esas explosiones, apoyé mi hocico. Estoy con vos.
Y Karen se
fue calmando, la angustia provocada por la muerte de su madre quedó opacada por
Rodolfo, y abandonó el frasco de pastillas en el suelo.