HAMBRE DE HOSTIAS
Aprovechando la ventana abierta del
padre Felipe pude entrar. Cuanto más cerca estaba de las hostias, más rugía mi
estómago— ¡Dios! — Una lagartija del color de la biblia se perdió detrás del
escritorio, era hora, cacé las hostias.
― ¿A dónde vas?
―Tengo hambre padre, es sólo por
hoy.
Dejó de impedir la salida dándome la
razón y cuando crucé el umbral, me arrancó la bolsa de las manos. Cerré los
ojos y alcé los hombros al portazo, el apetito del padre Felipe era más grande.
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