domingo, 19 de abril de 2020

MENDOZA LA ENVIDIOSA






MENDOZA LA ENVIDIOSA
La belleza que irradiaba Catalina era acompañada por las caricias del sol, su prolijidad, empatía y calidez era tanta que en el barrio le decían: la santa. Llamaba la atención involuntaria de todos en los lugares donde pasaba, ¿por qué la gente no me ve así?, se preguntaba Mendoza, que en cambio, prefería no molestar a nadie convencida de que los problemas crecían a su alrededor como la maleza en terrenos desocupados. ¿Cuál era la diferencia entre ella y yo?, pensaba, Catalina no tenía piedras en el corazón, se respondía. Con los años Mendoza se enteraría que Santa Catalina inició con pozos colorados por aguantar camiones de carga. Bordeada de cordones, adornada de semáforos, cables de electricidad, sería pintada con líneas blancas horizontales por donde serviría al porvenir de los transeúntes. Mendoza encontraría algo en común, hubo que dejar de ser tierra para convertirse en avenida.


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